PRIMER ACTO. ESCENA IV.
¡Marchaos! Un momento... Decidme,
¿por qué miráis tanto mi nariz?
EL
IMPERTINENTE. (Asustado.)
¡Que yo miraba...!
CYRANO.
¿Qué tiene de extraño?
EL
IMPERTINENTE. (Retrocediendo.)
Vuestra señoría se equivoca.
CYRANO.
¿Es blanda y colgante como una
trompa?
EL
IMPERTINENTE. (Retrocediendo.)
Yo... no...
CYRANO.
¿O encorvada como el pico de un búho?
EL
IMPERTINENTE.
Yo...
CYRANO.
¿O acaso tiene una verruga en la
punta?
EL
IMPERTINENTE.
Pero si...
CYRANO.
¿O alguna mosca por ella se
pasea?... ¡Contestadme! ¿Tiene algo de extraño?
EL
IMPERTINENTE.
¡Oh!
¿Es un fenómeno?
EL
IMPERTINENTE.
Tuve mucho cuidado de no mirarla...
CYRANO.
¿Y por qué no la habéis mirado?
EL
IMPERTINENTE.
Yo había...
CYRANO.
¿Acaso os disgusta?
EL
IMPERTINENTE.
¡Caballero!
CYRANO.
¿Tan mal color tiene?
EL
IMPERTINENTE.
¡Oh no!, no es...
CYRANO.
Y su forma... ¿es obscena?
EL
IMPERTINENTE.
¡Que va!... ¡Al contrario!
CYRANO.
¿Por qué la despreciáis entonces?
¡Quizás os parece un poco grande!...
EL
IMPERTINENTE.
Me parece pequeña... muy pequeña...
¡pequeñísima!
CYRANO.
¿Qué?... ¿Cómo?... ¿Acusarme de
semejante ridículo?
¡Pequeña!. — ¿Que mi nariz es
pequeña?
EL
IMPERTINENTE.
¡Cielos!...
CYRANO.
¡Enorme! ... Imbécil desnarigado.
¡Mi nariz es grandísima! Y has de saber, cabeza de alcornoque, que estoy muy
orgulloso de semejante apéndice. Porque una nariz grande es característica de
un hombre afable, bueno, cortés, liberal y valeroso, tal como soy y tal como
vos nunca podréis ser, ¡lamentable idiota!, porque una cara sin ninguna cosa
especial (le abofetea)...
EL
IMPERTINENTE.
¡Ay...!
CYRANO.
...está tan desnuda de orgullo, de
gracia, de lirismo y de suntuosidad, ¡como ésta (le vuelve por los hombros y
une el gesto a la palabra) a la que mi bota va a buscar debajo de vuestra
espalda!
EL
IMPERTINENTE. (Huyendo.)
¡Socorro!... ¡cuidado con ese
hombre!
CYRANO.
¡Que esto sirva de aviso a los
papanatas que encuentran divertido el centro de mi rostro! ¡Y si, por ventura,
el mirón es noble, tengo por costumbre, antes de dejarle marchar, meterle por
delante, y un poco más arriba, una espada en vez de la punta de mi bota!
Cyrano |
De este fragmento podemos deducir qué es lo que caracteriza a nuestro protagonista: su nariz.
Se trata de
Cyrano de Bergerac, personaje protagonista de la obra de teatro que lleva el
mismo nombre y que escribió Edmond Rostand (estrenada en París en 1897).
El libro que os presento parte de dicha obra de teatro y nos cuenta la historia de Cyrano, narrada con total libertad.
¿Queréis saber cómo es? Lo retrata, con su particular estilo, Rébecca Dautremer, que ilustra el cuento.
Cyrano tiene una enorme nariz y eso le hace tener una vida algo complicada, pero sabe defenderse, no sólo con las armas, sino ,sobre todo, con las palabras. Cyrano es poeta.
Está enamorado de su prima; Roxana, que es muy bella.Pero no se atreve a decirle nada.
Ella está enamorada de Christian, que también la ama, pero que tampoco se atreve a decirle nada. A christian no se le dan muy bien las palabras.
Como Cyrano tiene un enorme corazón, decide ayudar a Christian para que éste le declare su amor a Roxana.
Una noche, Roxana, que estaba asomada al balcón, escucha las palabras de Christian (que Cyrano le susurraba escondido) y los dos se quedan prendidos el uno por el otro.
De Ghiche |
Pero...nos falta un personaje !el malo!, se llama De Guiche y también está enamorado de Roxana, aunque ésta no le corresponde. Sin embargo De Guiche detesta a Cyrano y sólo por no admitir su desdicha, ante su amor no correspondido por Roxana , decide mandar a Cyrano y a Christian a la guerra.
En el campo de batalla Cyrano protege a Christian, Por las noches, su único consuelo es pensar en Roxana y le escribe hermosísimas cartas que luego firma como Christian.
A Roxana le encantan y por eso, un día decide ir a ver por sorpresa a su amado. Christian se desmorona cuando descubre que lo que realmente ama Roxana es la inteligencia y las maravillosas cartas que escribe Cyrano. Por eso, huye destrozado al campo de batalla en busca de su muerte, que encuentra finalmente.
La guerra termina y Roxana, sumida en una profunda tristeza se traslada a un convento a vivir. Cyrano la visita con frecuencia y así van envejeciendo los dos.
Hasta que un día, de camino a una de estas visitas recibe un golpe en la cabeza que le deja mal herido. A pesar de ello llega al convento, donde Roxana le lee la última carta de Christian. Cyrano la sabe de memoria, pues la ha escrito él mismo, y la recita junto a ella. Es entonces cuando Roxana se da cuenta de quién ha sido su verdadero amor. Cyrano muere, pero lo hace felizmente en brazos de su amada.
El libro obtuvo el premio Llibreter Álbun ilustrado 2007.
Podéis encontrarlo en dos formatos: con dimensiones 365x245 ó con dimensiones: 205x135 (mini álbum ilustrado).
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